miércoles, 7 de julio de 2010

Por eso

Tengo ganas de vomitar. Y no son los síntomas del virus que me encerró en casa desde hace más de cinco días. Cada vez me convenzo más que sin darme cuenta siempre busco tener un determinado nivel de autodestrucción. Ni mucho ni poco. Estos días me conformé con tener los pulmones tapados y los ojos hinchados. Me meto comida en la boca como si fuera la última vez antes de hacer la colimba en el desierto de Atacama. Tomo para esconder el dolor en donde sé que no lo voy a encontrar, el agua cae y se pierde en túneles turbios e incomprensibles. Cinco días tratando de comprender absolutamente todo. El sexto mezclo las cartas y las doy vuelta. Generalmente algo de esto le cae a alguien en el hombro. Trato de que no sea así y siento una culpa enorme, esa misma culpa de siempre. Pero es inevitable. Termino pidiendo perdón por haberme creído Madonna toda la noche. Nunca sé si el perdón es verdadero, por eso la culpa.

Necesito salir de estas cuatro paredes elevadas

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