lunes, 19 de abril de 2010

Nace Venere

Necesito jugar todas mis fichas a esa persona, para que me asienta con la cabeza y juzgue por lo bajo si mi jugada fue buena o mala. Tiene el estigma y tengo sed de ella. Y si lo desea puedo arrodillarme, ponerme la careta que mas le guste y agachar la cabeza. Toda modificación en la subsistencia (una verdadera obra de arte) de esta persona me hace sentir una molestia, un manchón negro en el medio de Nace Venere. Acecho para atacar en el momento justo, donde las cosas saldrán perfectas, transparentes, sublime. Como cuando dejamos lo mejor del plato para disfrutar cuando nos comimos todo aquello que no nos gustaba tanto y que solo lo consumimos porque era parte del trascurso a lo que de verdad deseábamos tener en nuestro paladar. El contacto físico me desconcierta totalmente, y la simulación que sobrellevaba hasta ese momento se cae al piso y es aplastada por un tren. Ese es el momento en que el dolor me retuerce, conciente de que solo serán unos pocos segundos que estaré realmente satisfecha, y es cuando me doy cuenta que estoy a merced de las fieras, que no soy propietaria de mi persona, que ya no soy dueña de mí misma. La ropa me pesa y me hunde, mi cuerpo solo es un cuerpo, porque yo estoy en la gloria.
Lo cierto es que pierdo el tiempo y me hago daño, "tratando de agradar". Se que estoy esperando un momento para hacer las cosas, uno que no va a llegar. Y cuando me doy cuenta de todo esto me enojo y prometo no volver a castigarme de ésta manera. Inevitablemente y como si fuera instinto vuelvo a perderme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario